Nunca más supe nada del guionista, José Manuel Fuentes Font, a quien tampoco conocí en mis escasas visitas a la editorial, ubicada en una oscura oficina de la calle Bolívar al 500. A quien sí volví a ver más adelante, en diversas cirscunstancias, fue a Miguel Prystupa, quien era una especie de socio, factótum o jefe de arte del enigmático Turco.
Imbuído de las enseñanzas de Borisoff y Pereyra en el IDA, más mis nocturnos estudios de los libros de Loomis, no pude menos que, al tener la oportunidad de dibujar mi primer historieta para publicar, empecinarme en ser mi propio modelo. Muchas de las poses que adopta el personaje fueron dibujadas del natural, frente a un espejo. La campera, tras algunas reformas en los '80... ¡todavía la tengo! Sí, la quiero mucho, uno no se desprende de ciertas cosas tan cargadas de recuerdos. Una o dos veces cada invierno, ¡todavía me la pongo! Ya no viene cuerina de esa calidad... El personaje del cartero soy yo mismo, como me veía en aquellos tiempos. Los dos chicos que pasan por la calle eran mis primitos de Ramallo: Roberto y María Rosa. Así inauguré la inveterada costumbre de dibujar amigos y conocidos cada vez que el guión me lo sugiere, que nunca dejé de practicar.
El Hotel Unión, donde vivía por aaquellos años
Por supuesto, cuando salió la revista compré media docena de ejemplares para repartir entre amigos y parientes. El orgullo que sentía aquel joven de 21 años, se puede medir por el tamaño de la firma. El tiempo me iría enseñando la moderación y la modestia, pero todavía faltaban algunos golpes para eso.
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