
Este fue un año de grandes cambios y contrastes. Una invitación familiar me llevó a mediados de año a los
Estados Unidos, la ciudad de
Washington, precisamente, donde durante un mes y medio no hice más que pasear, conocer y almacenar experiencias muy felices, visitando museos, ciudades como
Baltimore, Harpers Ferry y...
¡Nueva York, claro!
Al saber que viajaba,
Antonio Presa, jefe de arte de
Columba, me dio una mano extendiéndome un certificado de trabajo con la editorial, que me permitió pasar los filtros de la embajada
yanky y cnseguir la visa. También
Presa me insistió en que no dejara de visitar a las grandes editoriales neoyorquinas. Al final, a pesar de que yo sólo pensaba pasear, me convenció.
La estatua de la Libertad, allá abajo, vista desde las Torres Gemelas
El río Hudson, cruzado por el célebre puente de Brooklyn, desde la terraza del World Trade Center
Como resultado, me encontré en
Nueva York con
Luis Ángel Dominguez, veterano artista argerntino radicado allá, quien ya había ayudado a colegas como
García López y
Barreto. Él me condujo a la
DC, donde me presentó a
Dick Giordano y tuvimos una larga charla de la que salí cargado de libros y revistas
(entre ellos el Ronin de Frank Miller) y promesas de trabajo. Ya que estábamos, me di luego una vuelta por la Marvel, donde el editor Don
Daley me encargó una serie de ilustraciones de
El Punisher. Sólo tardé seis o siete meses en hacerlas, ya que al regresar a
Buenos Aires me esperaba muchísimo trabajo en el estudio de
Jaime Díaz, pero acia fin de año cumplí y las envié.
La casa en que vivió Edgar Allan Poe, en Baltimore
Realmente, conocer el trabajo de
Miller, sobre todo el
Dark Knight, me inspiró algunos cambios en mi trabajo, sobre todo en la diagramación, que se notaron en los siguientes
Encuentros Cercanos que continué dibujando para
Columba después del viaje.
Este episodio se publicó como historieta unitaria en la revista
D'Artagnan Todo Color N° 117 de
diciembre de 1990, cuando había terminado la avalancha de trabajo en los estudios de animación y me estaba dedicando a terminar las ilustraciones para la
Marvel.
Esta historieta, muchos años después, me dio una alegría adicional, muy grande, al llamarme un día el mismísimo Osvaldo Viola, Oswal, querido creador de Sonoman y maestro indiscutido de la línea, para comunicarme que había presentado una de estas páginas a a sus alumnos como ejemplo de narración. No sólo un extraodinario artista, Oswal, ¡sino un ejemplo de generosidad y bonhomía! ¡Muchas gracias, MAESTRO!