
En el invierno del
95 suena el teléfono en mi casa.
Raú Barbero, mi antiguo compañero de
Garcia Ferré y
Jaime Díaz, me avisa que hay un dibujante buscando colegas para trabajar para
Europa. Poco después,
Natalio Zirulnik me llama y me pasa más datos: se trata de
Daniel Branca, el recordado dibujante del
Sátiro Virgen en la revista
Satiricón y
El Mono Relojero en
Billiken. No se había sabido más de él desde que se despidió una noche en
IDA, en el año
1976. Yo estuve allí y pude conocerlo personalmente, cuando el doctor
Bevilacqua,
Heredia, el creador de
Perro Mundo, mi maestro
Pereyra y otros alumnos y dibujantes lo despedían junto con su pasador a tinta
Oscar Fernández. Partían para
España, porque aquí
"la realidad te golpea", había dicho
Fernández.
Daniel Branca, como aparece en el libro que le dedicaron los editores daneses
Branca estaba de vuelta en la
Argentina y me enteré cuando lo fui a ver que una vez en
España se había dedicado a dibujar el
Pato Donald para
Dinamarca, junto con mi viejo amigo
Santiago Scalabroni, que partiera en
1974 para
Barcelona. Allá se conocieron y, tras pasar por
Bruguera, contactaron un estudio que producía cantidad de historietas
estilo Disney para
Dinamarca. Más adelante, se independizarían y trabajarían directamente.
Necochea, 1974: Barbero, Massaroli y Scalabroni
Esto no lo dijo
Daniel, porque su modestia era proverbial, pero pronto trascendió entre nosotros que a poco de llegar a
Egmont, él se transformó en un renovador absoluto de la forma de dibujar las historietas
"de patos". El mismo
Carl Barks, taumaturgo genial que creó todo el entorno y la personalidad del
pato, consideró que
Branca era el que más se le acercaba. Y no le erraba. La editorial danesa, lo tenía como su máximo artista en actividad, siendo admirado e imitado por muchos otros dibujantes, y cuando
Daniel avisó que se volvía a
Buenos Aires, le encargaron que contactara otros artistas que pudieran hacer más historietas de
Donald y sus amigos. No era fácil.
Pero la larga experiencia que yo había ido adquiriendo con los dibujos animados primero, y las historietas para
Disney Adventures, más la que había hecho el año anterior para
Italia (Zío Paperone), me permitían confiar en que saldría adelante. Lo mismo pensó
Daniel al ver las muestras que le acerqué y comenzamos a dibujar unas páginas de muestra. Llevó tiempo hasta
"agarrar" el estilo, que venía a ser el de
Barks, por suerte, porque era un placer mirar y aprender del dibujante que tanto yo como
Daniel habíamos leído de chicos.
Con Natalio, en 2010
Finalmente, pasadas a tinta por
Barbero, partieron las páginas. Volvieron con alguinas correcciones, se hicieron y pronto llegó el primer guión de prueba. Una vez aprobado, para comienzos de
1996, ya estábamos dibujando esta historieta, la segunda que realicé para
Egmont, dando inicio a una colaboración de
quince años. Titulada en inglés
An Eye for an Eye (Ojo por ojo), fue publicada recién en el número del
29 de enero de 1998 de la revista
Anders And and Co. (Pato Donald y Cía.). Los guionistas eran
Pat y Shelly Block. Fue publicada hasta ahora en
Alemania, Brasil, Dinamarca, Holanda, Noruega y
Suecia.
No podía saber que éste iba a ser el trabajo más largo de toda mi carrera. Las historietas se fueron sucediendo una tras otra, la relación con
Daniel se fue conviertiendo en amistad. Los patos serían casi mi familia a partir de estas primeras páginas hechas con todo el entusiasmo de poder dibujar a un personaje con el que me había identificado desde antes de saber leer, cuando mi padre me leía las aventuras creadas por el gran
Barks en la revista
El pato Donald, de la editorial
Abril. Con el tiempo me enteraría que allí también trabajaba otro gigante:
Héctor Oesterheld. Sin saberlo, en aquellas noches de
Villa Ramallo, a fines de los
'50, se estaba creando
un destino.